Dulces princesas, entrasteis en mi cabeza y cambiasteis mi cuerpo, seducida por la idea de llegar a ser perfecta quise ser como vosotras, a escondidas, nadie lo sabía, nadie me veía. Mi garganta, dolida, se quemaba, mi estómago se vaciaba. Mi cara, pálida y triste lloraba. Poco a poco, mis huesos se veían más y la báscula marcaba menos números. La ropa cada vez era más grande y yo quería con más ganas ser perfecta.
Pero no sé por qué hablo en pasado, si todo esto que me está pasando cada día es mejor. Cada día estoy más cerca de ser perfecta, pero aún queda mucho por recorrer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario